Las personas con trastorno de personalidad por evitación (TPE) se consideran socialmente ineptos, con escaso atractivo personal y evitan la interacción social por temor a ser ridiculizados, humillados o rechazados, o simplemente desagradar. Tienen la creencia de que el resto de las personas los están juzgando o criticando constantemente, por su aspecto, sus acciones, etc. Esto hace que “eviten” cualquier situación en las que puedan ser criticados, volviéndose solitarios y reacios a relacionarse con otras personas, exceptuando su núcleo familiar y una o dos amistades seleccionadas cuidadosamente al tener garantías de que no serán rechazados”.

“Además suelen mostrarse desconfiados, pero esta desconfianza se debe más al miedo a encontrarse en un compromiso o a ser considerado inferior a los demás, que al miedo a que las demás personas les hagan daño. Cuando conocen a una persona, evalúan todos sus gestos y movimientos, interpretándolos casi siempre de forma negativa con recelo; este comportamiento suspicaz y tenso puede provocar las burlas y risas de los demás, lo que les confirma la idea que tienen sobre sí mismos”.

La investigación sugiere que las personas con trastorno de personalidad por evitación, excesivamente intentan controlar sus propias reacciones internas cuando están involucrados en medio de una interacción social. La extrema tensión creada por este monitoréo continuo de sí mismos y los demás, puede explicar el discurso vacilante y taciturno que presentan muchas personas afectadas por el trastorno de personalidad por evitación; esta vigilancia permanente de ellos mismos y los otros dificulta la producción de un discurso fluido y coherente.

Los comportamientos de evitación afectan negativamente en la actividad laboral, porque estas personas suelen eludir los tipos de situaciones que pueden ser necesarias para alcanzar las demandas básicas de trabajo o para ascender.

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Características de la personalidad con tendencia a la evitación:

1. Se sienten cómodos con el hábito y la rutina.
2. Prefieren lo conocido a lo desconocido.
3. Relación estrecha con la familia y/o unos pocos amigos íntimos que eligen cuidadosamente; tienden a ser caseros. Sus pocas amistades son duraderas y sólidas.
4. Sensibles y preocupados por lo que los demás piensan de ellos. Tienden a ser autoconscientes y temerosos.
5. Muy discretos y precavidos en el trato con los demás.
6. Tienden a mantenerse reservados, con una actitud de autocontención ante los demás.
7. Tienden a ser observadores, curiososy dedican mucho tiempo a los hobbies y aficiones.

Características del trastorno de personalidad por evitación:

1. Exageran las dificultades potenciales, los peligros físicos o riesgos involucrados en hacer algo trivial pero ajeno a sus rutinas habituales.
2. no tienen amigos íntimos o sólo tienen un par de amistades muy significativas para ambos, aparte de los familiares de primer grado; evitan las actividades que implican un contacto interpersonal.
3. Incapaces de involucrarse en relaciones personales a menos que estén seguros de que serán aceptados; muy reactivos a la crítica o la desaprobación.
4. Miedo a quedar en evidencia por sonrojarse, gritar o mostrar signos de ansiedad ante otras personas.
5. Retraído en situaciones sociales por miedo a decir algo inadecuado o estúpido, o por ser incapaz de contestar a una pregunta.
6. Poco constantes; les resulta difícil centrarse en tareas laborales o aficiones.

¿Qué puede originar este trastorno?

Beck propone que los afectados por TPE suelen haber tenido en el pasado alguna persona significativa que les criticaba y rechazaba. A partir de ello desarrollan sus esquemas más típicos que podemos agrupar en creencias acerca de sí mismos (ej. “soy inadecuado”) y creencias acerca de los demás (ej. “la gente me rechazará”). Los esquemas de Beck equivalen al término “actitudes”, es decir, creencias cargadas de emociones que nos predisponen a actuar en forma congruente con ellas. Muchas personas diagnosticadas con trastornos de la personalidad por evitación han padecido experiencias traumáticas tempranas de rechazo por parte de los progenitores.

La necesidad de convivir con progenitores que los rechazan hace que estas personas sientan ‘hambre’ de relaciones, pero su añoranza desemboca gradualmente en la creación de un caparazón defensivo contra la crítica continuada de los progenitores. Esto no tiene por qué darse de una manera obvia, pero en la educación de tipo autoritaria, rígida, exigente en donde no se premia nunca o casi, y las cosas no están bien si no se hacen de una determinada manera…hay un mensaje implícito que dice que no se es competente, valioso o merecedor.

También se ha asociado, como un factor desencadenante o agravante, haber sufrido experiencias traumáticas en la infancia o adolescencia con sus iguales, como episodios de bullying, maltrato psicológico o rechazo social.

También por exceso de protección de los progenitores y falta de oportunidades de aprendizaje, exposición, experiencias tempranas estimulantes y necesarias, que son limitadas, al ser los padres u otras personas las que actúan de sujeto activo convirtiendo el papel del infante en el de alguien que no hace las cosas por el mismo ni las enfrenta, siendo otra figura la que lo hace por él. Resultado: la situación es cómoda, da estabilidad y elimina riesgos y peligros pero es muy fácil que cojan miedo y no se sientan confiados por la falta de experiencia, además el mensaje implícito puede ser el siguiente “Tú no sabes ni puedes, eres débil y puedes sufrir daño o ser lastimado”.

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Esquemas y actitudes derivadas de estos (Beck):

Supuestos subyacentes sobre las relaciones: Piensan que no pueden gustar a nadie, pero que si ocultan su verdadera personalidad engañarán a los demás, al menos en parte o por un tiempo. Procuran que nadie se les acerque lo suficiente. Cuándo logran establecer una relación con alguien, evitan cualquier confrontación y no son asertivos. Piensan que si desagradan en algo al otro, este pondrá fin a dicha relación.

Miedo al rechazo

Muestran hipersensibilidad a la potencial repulsa, humillación o vergüenza. La misma preocupación de no ser denigrados les hace muy parcos en palabras. Les supone
un gran esfuerzo preguntar o hacer alguna petición, especialmente ante desconocidos. Además, el lenguaje suele ser tenso, lleno de vacilaciones y sin que su contenido sea el más apropiado para manifestar el propósito. Creen que todos reaccionarán de la misma manera negativa que la figura que los rechazaba. Continuamente temen que descubran que son defectuosos y que los rechacen por ello. Temen no poder soportar la disforia que les producirá ese rechazo y por eso evitan las relaciones y las situaciones sociales.

Autocrítica

Tienen pensamientos automáticos autodenigrantes, cada vez que se encuentran en situaciones sociales o cuando piensan en futuros encuentros. Estos pensamientos automáticos, surgen de sus esquemas y no suelen someterlos a evaluación, porque los encuentran verídicos. Hacen también predicciones negativas como: “no les gustaré”, ”me criticarán”, etc., que también aceptan sin cuestionárselas ni ponerlas a prueba.

Hipervigilancia y evaluación incorrecta de las reacciones de los demás

Interpretan reacciones neutras o positivas como negativas (por ej., si alguien los elogia, creen que ha sido para ridiculizarles o por lástima). Se muestran muy alertas; buscan y creen ver reacciones de rechazo, repulsa o mofa en cualquier persona que realice algún comentario o gesto (chofer del autobús, dependienta del supermercado, etc.). Creen que “si alguien me juzga negativamente, la crítica tiene que ser justa”. Temen cualquier situación en que puedan ser evaluados, porque cualquier reacción negativa, o incluso neutra, la toman como confirmación de su propia creencia de que son defectuosos y de que no gustan a nadie. Carecen de criterios personales para juzgarse en forma positiva. Se basan exclusivamente en cómo creen que les perciben los demás. Este continuo velar en busca de indicios dañinos hace que repare en ciertas manifestaciones ajenas que una persona, sin este rasgo tan exagerado, no las tendría en cuenta. Esto supone para estas personas un esfuerzo de atención que les distrae de otras ocupaciones.

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Exclusión de los datos positivos

Aunque se le presenten pruebas de que es aceptado o de que gusta, cree que el otro está equivocado o que le está engañando.

Evitación cognitiva, conductual y emocional

La mayoría, además de la evitación social, presenta también evitación de cualquier pensamiento, emoción o actividad, que le produzca incomodidad. Lo hacen de forma automática (no voluntaria ni consciente). Esa evitación, a veces se produce en forma sutil, por ej., distrayéndose. La evitación queda reforzada y se convierte en un hábito, porque reduce el malestar a corto plazo. Generalmente, no tienen conciencia de que evitan la ansiedad y más bien interpretan negativamente sus pautas de evitación creyendo que “soy un perezoso”, “soy un inepto”, etc.

Ansiedad por la ansiedad

Se siente culpable por estar ansioso ya que cree que “no debería” estarlo. Teme que si se permite sentirse ansioso, su ansiedad irá a más hasta perder el control, y que nunca se recuperará (piensan algo así como: “no debería estar ansioso, y como lo estoy, es terrible, no puedo soportarlo y soy un inepto por ello”).

Excusas y racionalizaciones

Su situación es egodistónica, generalmente, saben qué tienen qué hacer para mejorar sus vidas. Pero el coste inmediato, en emociones negativas, les parece demasiado alto. Por tanto, se buscan numerosas excusas, como: “no me va a gustar”, ”lo haré más adelante”, “esta gente es demasiado superficial”, etc. En el fondo, no se cree capaz de alcanzar sus metas.

La fantasía de la realización de deseos

Fantasean sobre su futuro. Piensan en que algún día caerá del cielo la relación perfecta o el empleo inmejorable, sin que ellos realicen el más mínimo esfuerzo. Tendencia continua a la procrastinación o hábito de postergar.

Deseo de aceptación

En contraposición a su hipersensibilidad al rechazo, desean intensamente ser aceptados y tener relaciones interpersonales. De ahí el conflicto que suele existir entre estos dos rasgos: sentir pavor ante la eventualidad de un menosprecio y al mismo tiempo, ansiar aprobación y estima. Este dilema es nocivo para la armonía y el desarrollo de la personalidad, ya que la extrema sensibilidad a la relación interpersonal lleva a la persona al aislamiento social y a sentir continuamente la falta de amistades íntimas que satisfagan sus necesidades de afecto y comunicación personal.

“El que teme sufrir, ya sufre el temor (Proverbio chino)”

Alfredo Gª. Gárate.