El PENSAMIENTO MÁGICO, se puede entender como una tendencia a creer en lo paranormal o en aquello que no podemos explicar por causas naturales. También se puede describir como una forma de razonamiento fuera de la lógica que conlleva  a hacer asociaciones muy perjudiciales e irracionales (ej. si no enciendo la luz y la apago 10 veces alguien cercano a mi morirá) O podemos relacionarlo con una tendencia a querer ir más allá de lo que podemos ver, tocar u oír. Así mismo es habitual en los niños a la hora de entender como funciona el mundo (ej. la lluvia es porque el cielo llora)

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Más que centrarnos en el aspecto patológico, este artículo versa sobre por qué en ocasiones nuestra mente piensa de este modo.

La neuropsiquiatra Christine Moore , de la Universidad de Bristol, realizó un experimento donde pedía a los sujetos que fueran en línea recta de un punto A  hacia otro punto con la salvedad de que debían hacerlo con los ojos cerrados

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Lo importante de la experiencia era que a los sujetos  previamente se les pasaba un cuestionario acerca de sus creencias sobre todo ese cosmos llamado PENSAMIENTO MÁGICO (creer tener telequinesisclarividenciatelepatía…) El resultado no era espectacular, pero sí categórico: en el recorrido a ciegas de esta línea recta “cuanto más convencido estaba alguien de la existencia de fenómenos supranormales, tanto más tendía a irse a la izquierda en su recorrido”  A este fenómeno lo llamaron izquierdismo

Es similar a lo que se ha constatado en las Técnicas Proyectivas: a la hora de hacer un dibujo cualquiera, los pacientes más abiertos al mundo de la fantasía, en mayor o menor grado sitúan sus dibujos a la izquierda del folio.

Quiero dejar claro que tener una leve disposición al pensamiento mágico no implica estar en desventaja. Algo diferente es estar convencid@ de que tu vida la rigen entidades superiores a ti y que tú solo eres un juguete con el que juegan los dioses. O pensar que tienes poderes mágicos con los que, por ejemplo, puedes curar el cáncer o la enfermedad mental.

Dejando esto claro, la psicología experimental ha demostrado que estas personas son más rápidas: a la hora de asociar y relacionar palabras, ante un estímulo ambiguo se les ocurren más ideas y a la hora de reconocer patrones ante modelos virtuales son más dinámicos. De hecho, diferentes tipos de experimentos se han repetido y apuntan tímidamente a una dirección: es probable que estas personas sean de hecho más creativas  (Es congruente con otra línea de experimentos de asociación de palabras, donde a la hora de relacionar conceptos de manera compleja y rápida, la medalla se la llevó un paciente con esquizofrenia. Eso SÍ, otros muchos estudios muestran como esta misma enfermedad casi siempre se relaciona con un enlentecimiento cognitivo y con pobreza del pensamiento)

Pero rigor ante todo, en algunas  personas con un trastorno psicótico no tratado, la facultad para crear asociaciones enrevesadas puede llegar al máximo, y eso es exactamente lo que ocurre en estos experimentos. Otros en cambio lo llaman sencillamente CREATIVIDAD. Algunos directamente LOCURA.

Locura y Arte

Otra aclaración por lo peliagudo del tema: Ser artista no implica enfermedad mental

A este respecto, Peter Brugger (director de neuropsicología en el hospital de Zúrich) dirá que realmente no importa (y que razón tiene)

Entre un escéptico sabelotodo, un esotérico obsesionado, un artista tronado y alguien con una enfermedad mental, en este asunto que nos ocupa no importa quién tiene razón. Lo que importa es reconocer e introducir “ese camino entre creer y no creer” en el mundo de la Salud mental,  el cual  últimamente está demasiado centrado en lo estrictamente patológico (Brugger, 2007).

¿Por qué, qué podemos decir a nivel empírico? La evidencia científica muestra que determinados aspectos de la creatividad, la creencia en lo paranormal y la formación de ideas delirantes, están vinculados a actividades del hemisferio derecho del cerebro.

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La existencia del Pensamiento mágico se debe muy probablemente a una habitual o eventual hiperactividad del hemisferio derecho.

Es curioso recordar que Freud, formado en medicina, era un fervoroso creyente del mundo oculto. William James, el padre del Funcionalismo, tenía entre sus posesiones más preciadas varias obras de espiritismo. Una encuesta de 2005 constató que  3 de cada 5 americanos eran “creyentes” . El ser humano generalmente cree en estas cosas en mayor o menor grado, pero además, aquellos que son escépticos totales, como mínimo conocen a alguien que es permeable a lo mágico.

El saber popular y  la evidencia científica apuntan a estos datos (yo no creo en las meigas pero…) por tanto, ¿a qué se debe semejante frecuencia de esta forma de pensar?

El psicólogo Richard Wiseman opina que creas o no, “el cerebro se ha configurado para tolerar los fenómenos sobrenaturales” Esta circunstancia hace muy buenas migas con una cualidad de nuestra mente notablemente arraigada: Tolerancia cero a la incertidumbre. NO nos gusta nada no saber que está pasando pasado o qué va a pasar, así que en ocasiones, tiramos de explicaciones que van más allá de lo que llamamos “la normalidad”

En ocasiones incluso sustituimos conocimientos por ilusiones. Rellenamos huecos y lagunas argumentales en nuestra historia personal , pues eso favorece la supervivencia.

Algunos ejemplos al respecto serían:

-Los sueños predicen el futuro

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No. Los sueños barajan múltiples alternativas posibles. No conocen el futuro, lo anticipan en un escenario imaginario (Jung, 1909) Nuestra mente dormida maneja mucha más información que nuestra mente despierta. Por ello, somos capaces de hacer cálculos estadísticos y anticipar resultados al soñar.

Por otro lado, tendemos a recordar los sueños que coinciden con eventos vitales. Otros muchísimos que no cumplen con esto, sencillamente los olvidamos (Maley, 1993)

-Miedo fantasmal

Un psiquiátrico abandonado, una casa donde acaeció un asesinato, cualquier lugar muy oscuro… Siempre existirán historias acerca de entidades que vienen a solucionar asuntos pendientes.

¿Por qué creemos que un fantasma tiene cosas por hacer? Porque pensamos en “fantasmas” como entidades similares a “nosotros”, y nosotros  siempre guiamos a nuestra conducta por algún motivo. O lo que es lo mismo, si los seres humanos poseen un comportamiento instrumentalizado y orientado a metas, por qué no iba a pasar lo mismo con los muertos.

La mente humana siempre encuentra/crea historias para unir los eventos de la vida en una trama argumental. Es una capacidad de dramatización basada en la empatía y es consecuencia directa de nuestra meta-consciencia.

Vienen a ser las palabras de Justin Barret (Universidad de Oxford) que sostiene que en las interacciones diarias es esencial conocer los motivos de los demás.  Nuestro cerebro averigua sin esfuerzo las motivaciones ajenas, las extrapola. Lo denomina Dispositivo detector del agente (Barret, 2004 ver)

Dicho de otro modo, somos una mezcla entre científicos y detectives: Si pensamos que alguien no pudo realizar algo en vida, y además algo extraño ha ocurrido, tendemos a pensar que la persona viene de la muerte a terminar su tarea. Y lo hacemos porque eso, de una extraña manera, nos parece coherente: empezar y terminar una tarea

-Ver CARAS donde no deberían estar

Dentro de este mundo mágico, ver caras es frecuente y efectivo, pues no es una experiencia íntima. Cuando alguien enseña su descubrimiento, él resto del mundo comprueba con mayor o menor asombro que es cierto, ahí está la cara de una persona, o de una entidad mística…

Evidentemente la respuesta se halla en “todo el mundo” El ser humano evolutivamente puede  detectar rostros de manera asombrosa, incluso donde no los hay. Es la llamada pareidolia (Wiseman, 2004; Manzanero, 2007)

Es un fenómeno de lo más lógico si pensamos en lo siguiente:

– no reconocer una cara hostil

– no reconocer una cara que te invite al sexo

Ambos ejemplos, y otros miles, muestran lo conveniente que ha resultado la pareidolia para la supervivencia individual y de la especie a lo largo de los siglos. Así por ejemplo en la prehistoria, al encontrarse con un desconocido, no saber si una cara era amigable o no, era la diferencia entre vivir o morir.

Ante ciertas configuraciones estimulares, solemos agruparlas en forma de rostros pues eso en el pasado nos fue muy útil.

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-LLUVIA Y MAHONESA

Mi abuela predice la lluvia cuando le duelen las rodillas, o  a las embarazadas se les corta la mahonesa.

Esta es la categoría madre del pensamiento mágico.

La historia de la mahonesa así como la de las rodillas meteorológicas, es de las más antiguas del saber popular. Pero obviamente, ¿cómo llegamos a creer tales máximas? Por la manera en que el animal humano aprende.

Al principio de todo, en ese primer despertar de la humanidad, los homínidos se dieron cuenta de que, si A entonces B.

Si toco el fuego me quemo, si lloró me dan teta, si cortó la hemorragia no muero, si toco aquí me da gustito…

¿Conclusión? el ser humano induce correlaciones porque le iba la vida en ello. Es decir, tendemos a ver asociaciones dónde no las hay

¿Problema? esto genera muchísimos falsos positivos pues confunde correlación con  causalidad

Se conoce como principio de contingencia (Yates, 1986)

-ESTOY EN RACHA

El mundo de los juegos de azar se encuentra trufado de supersticiones y se sostienen fundamentalmente en base a estos dos principios:

A) Ilusión de control (Stewart, 2010)

En una situación de azar preferimos introducir elementos que dependen de nosotros mismos.

Estímulos familiares (ej. mi mesa de ruleta habitual)

Participación activa (ej. confío más en ganar si lanzo yo los dados)

Coherencia entre conducta y resultado esperado (ej. si quiero un número alto no es nada extraño tirar fuerte los dados)

B) Condicionamiento Operante (Anderson y Brown, 1984)

Si sucede un evento deseado en concurrencia con un estímulo X, ese estímulo X pasa a convertirse automáticamente en un reforzador positivo o negativo que aumenta o disminuye la frecuencia de ese evento.

Es el efecto de mayor peso. Así por ejemplo, si voy al Casino con mi primo y ganamos, para mi mente mi primo pasará a convertirse en un amuleto. Evidentemente, si ocurre al revés y no tuvimos suerte, esto  facilitará que le empiece a considerar un gafe.

Y por último, además de sesgos cognitivos, estrategias evolutivas y hemisferios atolondrados, existe un último y potente factor: la cultura: cada lugar del mundo tiene su cosmos particular de creencias, cada una de las cuales se hilvana en un corpus vasto y arquetípico, al que hemos decidido llamar PENSAMIENTO MÁGICO

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