Tradicionalmente los psiquiatras y psicólogos han relacionado el pensamiento paranoico “una desconfianza generada por el miedo a ser lastimado o a sufrir, lo cual nos invita a defendernos y vivir problemas que no han ocurrido, o si quiera fueran a hacerlo en algún momento”.

Tal vez sea difícil de creer, pero es muy común tener un cierto nivel de pensamiento paranoico en algún punto de nuestras vidas, al fin y al cabo, todos nosotros tenemos miedos e inseguridades…Daniel Freeman, en su estudio, pone de relieve la alta presencia de pensamientos paranoicos en la población general. Según sugiere Freeman, “no debemos sorprendernos; el miedo a confiar o no en el otro es inherente a toda interacción social, y si estamos más ansiosos, tenemos menor autoestima o nos han ocurrido experiencias negativas con los demás, la frecuencia de estos pensamientos tiende a aumentar”. – Continua Freeman – “también en aquellas situaciones en donde la información a manejar es ambigua, nos sentimos observados y predomina un análisis rápido de la información, es más probable que hagamos interpretaciones con tintes paranoicos”. – Freeman, ademas señala – “que la atención que lo medios dediquen a un fenómeno, puede fomentar los pensamientos paranoicos en la población general, respecto al fenómeno”.

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También, es particularmente común, que después de haber experimentado mucho estrés durante algún periodo o haber recibido algún ataque o haber sufrido una perdida reciente, algunas personas se queden altamente sensibilizadas y el pensamiento paranoico pudiera ser la estrategia de afrontamiento que se esté empleando como medida de evitar y no volver a pasar por el sufrimiento experimentado recientemente. Por ejemplo, podrías desconfiar de un nuevo interés romántico si en tus anteriores relaciones te han roto el corazón.

Es posible que solo estés basándote en lo que tu experiencia previa te han enseñado. Nuestras experiencias de la vida podrían habernos enseñado a ver una determinada forma de comportamiento como algo sospechoso, incurriendo en lo que se llama el sesgo de la experiencia que consiste en “maximizar el valor de nuestras experiencias al creer en su veracidad por habernos ocurrido, tentando contra la probabilidad real del suceso, haciendo juicios de valor totales cuando la verdadera probabilidad de su nueva ocurrencia es ínfima”. Si nos dejamos llevar por este camino y dejamos que estos pensamientos dirijan nuestras actuaciones, podemos llegar a convertimos en personas desconfiadas, cerradas, y suspicaces que ponen el parche antes de la herida, tornando la existencia en un mundo frío y peligroso, en donde las relaciones personales y de pareja son deficientes e insatisfechas, y en algunos casos, inexistentes al no poder construir relaciones intimas y de confianza.

La desconfianza no siempre es un rasgo negativo, percatarte de algo que no parece “correcto” con respecto a una situación o persona que te genera desconfianza puede serte de utilidad en algunos momentos. Estas reacciones no siempre son paranoicas. Si bien debemos examinar nuestras reacciones, no debemos desacreditarlas inmediatamente.

Alcohol, drogas y otras sustancias.  Los alucinógenos, tales como el LSD, el PCP (polvo de ángel) y otras drogas que alteran la mente, pueden causar alucinaciones, agresividad y paranoia. La mayoría de las otras drogas ilegales, entre ellas la cocaína y la metanfetamina, también pueden causar pensamiento paranoico. Incluso la marihuana puede inducir a estos pensamientos en algunas personas. El alcohol puede provocar alucinaciones y paranoia en los bebedores crónicos. Los estimulantes, entre los que se encuentran la cafeína, el Adderall o el Ritalin, pueden causar pensamiento paranoico y problemas para dormir.

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Las personas que padecen de ansiedad generalizada, pueden tener pensamientos de tipo paranoico pero es porque se preocupan exageradamente por todo, teniendo mucho miedo de ser lastimados.

“Están en un estado permanente de alerta buscando en su ambiente todo aquello que sea susceptible de lastimarles o de provocarles sufrimiento”. La ansiedad distorsiona nuestra visión del mundo y nos hace centrarnos en la amenaza percibida, unido a una autoestima baja (cosa que suele correlacionar) o con sentimientos de inferioridad, nos hace percibirnos como muy vulnerables ante el daño y valorarnos o evaluarnos como incapaces de actuar con solvencia ante lo que pueda ocurrir.

Como dice Enrique González Duro “hay que tener en cuenta que la mayoría de las personas son buenas y no conspiran en nuestra contra, es un hecho, y que sólo en pocas ocasiones somos el verdadero centro de atención, es decir, hay que tener cuidado con colocarnos en el punto de mira de nadie ya que si alguien nos hiere es muy probable que sea por torpeza, ignorancia o desconocimiento, o que seamos alguien que nos hayamos cruzado en el camino de un tipo que tenía un mal día y que la intencionalidad que le atribuimos no sea tal”.

Existen varios niveles o grados de pensamiento paranoico que van desde las personalidades más “sanas”, como ya se ha comentado, pasando por los casos de ansiedad mas graves. También están los casos en los que ademas, pueden darse delirios y/o alucinaciones, pero estos no son objetivo a tratar en este articulo.

Diferente a todo esto es el Trastorno paranoide de la personalidad, caracterizado (según el DSM-IV) por un patrón de desconfianza y suspicacia general hacia los otros, de forma que las intenciones de estos son interpretadas como maliciosas. En las observaciones o los hechos más inocentes vislumbran significados ocultos que son degradantes o amenazadores y que no son aparentes para los demás. Tienen dudas injustificadas sobre la “lealtad” de sus amigos y socios, o la fidelidad de su pareja, y les cuesta aceptar que se equivocan. Son reticentes a confiar en los demás por temor injustificado a que la información que compartan vaya a ser utilizada en su contra (piensan que los demás se van a aprovechar de ellos, les van a hacer daño o les van a engañar).

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Son personalidades que aparentan ser frías, pero en realidad sólo es un intento de evitar que los demás conozcan sus puntos débiles y puedan aprovecharse de ello; son muy rencorosos, y nunca olvidan un insulto o una crítica, injurias o desprecios. Suelen ser de carácter marcadamente litigante, están predispuesto a reaccionar con ira o a contraatacar si consideran que hiciera falta ante el “litigio”. Las personas paranoides tienen escasas relaciones sociales, en parte por su desconfianza hacia las personas, pero también se debe a que suelen provocar rechazo en los demás, debido a su comportamiento hostil. De todos modos, se desenvuelven muy bien en la vida, ya que no les gusta que otros se ocupen de sus asuntos.

Los factores desencadenantes se encuentran muy activos en individuos que presentan un acusado narcisismo y que durante la infancia y/o adolescencia, se han visto expuestos a serias frustraciones y humillaciones por parte de sus iguales, o incluso dentro del propio seno familiar,  lo que no les ha permitido generar vínculos de confianza. Esto provoca que se dispare en los mismos el mecanismo natural de Proyección “en virtud del cual tendemos a atribuir a otros aquellos impulsos, fantasías, frustraciones y tensiones que nos resultan inexplicables, inaceptables e insoportables en nosotros mismos” – Enrique González Duro -. “Estos individuos sigue González Duro(1993)— “no tienen en cuenta las razones contrarias, sólo recogen datos o signos que le confirmen el prejuicio, para convertirlo en convicción”. Cualidad que dificulta la posibilidad de cambio.

Las relaciones de pareja con este tipo de personalidades pueden ser muy nocivas, ya que el lugar en el que se es colocado por la otra persona es de “verdugo y malo de la película” prácticamente siempre. Las personas que son muy culpogenas o que tienden a la culpabilización o creen que “siempre tienen la responsabilidad en todo”, pueden verse fuertemente “enganchadas” a estas personas y darse entre ambos, lo que hoy se denomina, “una relación tóxica”. En personas con la autoestima más baja, puede llegar a hacerles sentir como peores personas de lo que ya creen que son, reforzando aun mas su baja autoestima.

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Alfredo Gª. Gárate.